domingo, 2 de diciembre de 2012

Unas fotos más...



Aquí hay unas cuantas fotos de las maquetas en el metro...

Ahora...




 Nueva España...



 Época precolombina...



sábado, 1 de diciembre de 2012

Dato curioso #4



Diferencias entre el estilo de el Sagrario Metropolitano y el Altar de Reyes



El Sagrario Metropolitano y La Catedral de México. Son muy distintos, he aquí cinco diferencias entre ellos:

1. El Sagrario Metropolitano pertenece al estilo barroco en su exterior y neoclásico en su interior, mientras que El Altar de los Reyes se podría decir que es la obra cumbre del estilo churrigueresco español o barroco estípite.

2. El Altar es muy complejo en cuanto detalles y no queda nada sin llenar; en cambio el sagrario es muy sencillo y con pocas figurillas.

3. El Altar de los Reyes es por decirlo, más lujoso en cuanto a decoración, está cubierto de oro y el Sagrario basa su decoración en la sencillez de materiales.

4. La temática en el Altar es más amplia, no se limita a un tema y esto la vuelve difícil de entender; en el Sagrario, la temática es simple y directa.

5. El Altar se encuentra en una zona privilegiada, un lugar dedicado a eventos importantes en la catedral y dedicado a personas con una posición alta, el Sagrario está dedicado a gente de pueblo, sencilla, y eventos comunitarios.



Catedral, Altar de Reyes









Sagrario Metropolitano

Señor Veneno


Hola,
Ahora les contaremos una leyenda acerca de algo que se vislumbra fácilmente al entrar a la Catedral Metropolitana, un Cristo Negro, el Señor Veneno. 






Don Fermín era un caballero cuyas riquezas bien podrían evitarle la molestia de madrugar todos los días. Sin embargo, su devoción lo ponía de pie todas las mañanas antes de que saliera el sol. Discretamente resguardado en su negra capa, salía de su casa y se encaminaba a la misa. Al terminar ésta, volvía de nuevo a su hogar, no sin antes detenerse ante un Cristo de gran talla y doliente expresión. 

Todos los días, don Fermín depositaba una moneda de oro en el plato petitorio que estaba a los pies de la imagen, cuyos ensangrentados pies besaba con humildad. Nunca faltaba don Fermín a su cita matutina. Decían los vecinos que ésta era una de las muchas muestras de la nobleza que regía el alma del caballero. Contaban que de su riqueza salía generosamente la ayuda para el pobre que a él acudía. 

Don Ismael Treviño era igualmente rico, pero su alma era oscura y envidiosa. Le pesaba el bien ajeno, especialmente el de don Fermín Azueta, por quien sentía una profunda envidia. Aprovechaba cualquier posibilidad de hablar mal de él y se retorcía de amargura si alguien decía un elogio para el noble señor. 

Esta envidia, que no se sabe de dónde nació, inspiró a don Ismael a interponerse en todos los negocios de don Fermín. Pero todo parecía salirle al revés: don Fermín salía airoso de todos los obstáculos y concretaba sus acuerdos que le daban éxito y muchas ganancias. 

En el corazón de don Ismael entró el odio por aquel hombre y llegó el día en que anheló verlo muerto. Inmerso en ese mal sentimiento, comenzó a planear la manera en que, sin levantar sospechas, podría asesinar a su enemigo. 

Después de mucho pensar, concluyó que la mejor manera de acabar con don Fermín era envenenarlo. Halló a un hombre que poseía el veneno perfecto: un agua color azul que no daba muerte en el acto, sino que se distribuía en todo el cuerpo y al cabo de unos días causaba el efecto esperado, sin causar dolor, sin dejar huella... 

Con este líquido aderezó don Ismael un delicioso pastel que hizo llegar a don Fermín de parte de su amigo, el regidor del Ayuntamiento. Complacido, sin imaginar nada de la envidia que atentaba contra su vida, don Fermín degustó el regalo junto a su humeante taza de chocolate esa mañana.

Ávido de saber los resultados de su crimen, don Ismael no quiso perderse un solo paso de don Fermín. Desde muy temprano lo aguardó en la iglesia a la que acudía todas las mañanas y desde lejos observó todos sus movimientos.

Don Fermín entró a la iglesia con la lenta majestad que le caracterizaba. Saludó a todos, como lo hacía todas las mañanas y escuchó atentamente la misa. Al terminar ésta, se encaminó al Cristo y rezó sus oraciones. 

Se inclinó luego con humilde reverencia hacia los pies para besarlos... y apenas los rozó con sus labios, una mancha negra como el ébano se extendió sobre la pálida figura. 

El asombro y el temor se reflejaron en el rostro de don Fermín y de todos los que rezaban al Cristo. Pero quien tembló de pavor fue don Ismael, quien al instante corrió a arrodillarse ante don Fermín y a gritos le confesó su envidia y cómo había planeado asesinarlo. Estaba claro que el Cristo, para proteger a don Fermín, había absorbido aquel veneno y como evidencia había transformado su color. 

El noble caballero miró a don Ismael y sintió compasión. Le dijo quedamente palabras de perdón y lo abrazó como a un hermano al que no hubiera visto en mucho tiempo. Algunos de los hombres que habían presenciado todo, quisieron apresar a don Ismael, pero don Fermín les pidió que no lo hicieran, que él ya había olvidado la afrenta y en cambio, les pidió que oraran con él ante el Cristo que le había salvado la vida. 

Don Ismael salió pálido y abatido de la iglesia. Ese mismo día abandonó la ciudad y jamás se le volvió a ver. La noticia encendió el fervor entre los habitantes de la Nueva España, quienes desde entonces acudían a la iglesia para ofrecerle veladoras y oraciones. Cierta tarde, alguna de esas velas cayó y el Cristo se incendió. Algún tiempo después fue sustituido por otro, también negro, y fue trasladado al altar de la Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la ciudad de México, donde hoy se conserva.



Y, bueno. Esta es la leyenda del Cristo Negro, el Señor Veneno.

Hasta luego,
Giovanna

Altar de Reyes


Hola,
Todos aquellos que han ido a la Catedral han visto el Altar de Reyes, y bueno, ¿cómo no verlo? Es inmenso. Hablemos un poco de él.



En todas las catedrales españolas la capilla mayor que ocupa generalmente el ábside del templo ha sido dedicada al rey. El rey patrono de la iglesia por concesión hecha por su santidad, de manera que se le debe un lugar preponderante para los días que asiste a las ceremonias que tienen lugar en el templo máximo. Por eso la capilla que ocupa el ábside de la Catedral de México se llamó la capilla de los Reyes. Esta capilla no estuvo limitada por una reja, como las de las otras capillas; su aspecto quedó visible y el gran altar que se construyó en su fondo fue gozado, como hasta la fecha lo es, por todos los fieles. Apenas una balaustrada de bronce con ángeles que tienen hacheros en sus manos limita el sagrado recinto. Por eso se le designó con el nombre de altar de los Reyes. Un error, muy generalizado, consiste en suponer que este altar se ha llamado de los Reyes porque las efigies de santos que en él aparecen, son de personas ungidas por la realeza. 

La verdad es precisamente lo contrario: ha sido ornamentado con santos que en su vida mundana fueron reyes, porque la capilla está destinada a personajes regios o, como en la Nueva España, a los que eran sus representantes y lugartenientes: los virreyes. 



Hasta luego, 
Giovanna

Dato Curioso #3


Monumento Fundación México-Tenochtitlan










Este monumento representa el lugar donde los peregrinos de Aztlán encontraron el sagrado nopal que crecía en una piedra, y sobre el cual se posaba un águila con las alas extendidas al sol, devorando una serpiente. El lugar donde Huitzilopochtli les dijo que se asentaran, según la leyenda. Fue esculpido por Carlos Marquina. Se encuentra entre las calles Pino Suárez y Corregidora.


Hasta luego,
Giovanna

Monumento a Enrico Martínez

¿Han visto el monumento que se encuentra del lado izquierdo de la catedral? Bueno, éste es el Monumento de Enrico Martinez, un gran hombre para la Nueva España, hablemos un poco sobre su historia.



Atravesando la Catedral Metropolitana encontramos una pequeña estatua; ésta era una obra que labró el prestigiado escultor Manuel Noreña en honor al Cosmógrafo de origen alemán Enrico Martínez, quien participó arduamente en un proyecto para evitar las inundaciones en la entonces Nueva España.

Desde el periodo prehispánico, los mexicas se asentaron en el Valle de México, en lo que era el islote de Tenochtitlán, el cual se encontraba en uno de los lagos que pertenecían a la zona lacustre, por eso los ríos que venían de las sierras y los pequeños manantiales ocasionaban graves inundaciones. Ante estas circunstancias fue necesario construir obras que controlaran las corrientes de agua, por lo que se edificaron una especie de diques con gran ingenio, a tal grado que los españoles quedaron impactados por la gran tecnología empleada en ellos.

Después de la conquista el problema continuó, aunque ahora existían otras dimensiones, tanto de la población, como en la construcción de la nueva Ciudad. Por eso fue un gran reto para la gente de Hernán Cortés fundar la Capital de la Nueva España en el antiguo Centro Ceremonial de Tenochtitlán, sobre todo cuando se requirió una solución después de la gran inundación registrada en 1555.

En este escenario aparece Enrico Martínez, quien bajo el segundo periodo de gobierno de Don Luis de Velas, tuvo la dirección del proyecto de desagüe artificial en 1607, donde se proponía construir un canal que iniciara en Huehuetoca para que drenara el lago de Zumpango e interceptara al río de Cuautitlán, de tal forma que dirigiera las aguas hacia el río Tula. Así se lograría reducir la constante alimentación que sufría el lago que rodeaba a la entonces Capital Novohispana.

A pesar que sus proyectos fueron decepcionantes y que causaron muchos daños a la infraestructura de la Nueva España, se le da ésta estatua en forma de reconocimiento, por su labor y participación en éste proyecto que acabó por solucionarse tiempo después.


Hasta luego,
Giovanna

Acequia Real

Hola,
Ahora les contaremos lo que es la Acequia Real.


La ciudad de México está construida en un islote sobre un lago, desde la época prehispánica el islote estaba atravesado por canales que lo comunicaban con los cuatro lados del lago. La ciudad colonial conservó la mayoría de esos canales y se conocían como acequias, tenían puentes para que la gente pudiera atravesarlas y las navegaban trajineras y barcas.

La Acequia Real era la más importante, conectaba a la ciudad con Xochimilco, en donde se producían la mayor parte de los alimentos. Las trajineras llegaban hasta un costado de la Plaza de Armas, en donde estaban los mercados, y ahí descargaban sus mercancías: frutas, vegetales, maíz y flores. La acequia real entraba a la plaza por la calle que hoy se llama Corregidora y en tiempos del virreinato se conocía como de Meleros o de la Acequia.

La acequia ha desaparecido totalmente, sus últimos restos los encontramos en la plaza de la Alhóndiga, a cuatro cuadras del zócalo, apenas un puente y un desnivel que nos recuerda que por ahí pasaba un canal.



Hasta luego,
Giovanna